¿Cómo Surgen los Traumas Infantiles?
Probablemente, ningún padre ni tampoco ningún profesor quisiera conscientemente traumatizar a los niños.
No obstante, es increíble la cantidad de personas que sufrió en su etapa escolar situaciones que han tenido como resultado efectos traumáticos, afectando su desarrollo emocional o cognitivo. La infancia es un período en que los niños son especialmente vulnerables a las experiencias emocionales difíciles. Sobre todo si son recurrentes, se graban profundamente en la memoria emocional. Algunos de estos recuerdos permanecen en la conciencia, en tanto otros quedan bloqueados y por eso mismo afectan el funcionamiento psicológico hasta la vida adulta.
Percibir el impacto que las experiencias negativas tienen sobre los hijos supone padres empáticos y sensibles a las necesidades emocionales. Cuando los eventos dolorosos pueden ser procesados y encuentran un continente emocional, sus consecuencias son menos dañinas que cuando son reprimidas. Las experiencias dolorosas muchas veces afectan la imagen personal y las creencias que las personas se hacen de sí mismas.
Una gran cantidad de adultos opera con creencias negativas acerca de sí mismos originadas en la infancia:
“Soy malo para…”, “Soy incompetente”.
Raquel, una universitaria de 25 años, buscando el origen de su bloqueo cuando tenía que dar su examen de grado, llegó en su análisis retrospectivo a una experiencia con su profesora de segundo básico.
Ella le mandó una comunicación a sus padres donde decía que era “la peor del curso en matemáticas y con una nula capacidad de atención” Esta descripción, que puso a sus padres de pésimo humor comparándola con sus brillantes
hermanos, significó que la dejaran castigada sin salir a jugar y sin televisión, hecho que recuerda como muy humillante. Esta situación, que quizás sus padres y su profesora ni siquiera recuerdan como un evento importante, fue almacenada en forma de un trauma en la mente infantil y afecta hasta hoy la percepción de Raquel sobre sí misma. Afortunadamente, ella tiene la posibilidad de recibir ayuda terapéutica y superar de alguna manera el daño y los bloqueos que se produjeron cuando era una niña, permitiéndole tener nuevas creencias positivas sobre sí misma.
Si los adultos pudiéramos vivenciar el impacto de nuestros gestos o palabras en los niños, seríamos más cuidadosos en nuestra forma de tratarlos.
Un adulto pesa dos o tres veces más que un niño y casi duplica su estatura; además está en una situación de poder respecto de los niños, quienes son altamente vulnerables y están en una situación de indefensión.
Un tono de voz muy fuerte, un comentario negativo en público, un fracaso en una competencia deportiva, el castigo físico y muchos otros eventos contienen potencialmente la posibilidad de bloquea rlos emocionalmente, ya que son vividos como una situación traumática.
Por Neva Milicic, psicóloga
Fuente: “Revista Ya” El Mercurio