La presencia de las ausencias

padre-ausenteLa presencia de las personas significativas en la vida de los otros entrega seguridad, afecto y una indescriptible sensación de bienestar emocional, que es lo más parecido a la felicidad que se pueda imaginar. Por otra parte, la falta de ellas en ciertos momentos significativos adquiere una presencia muy dolorosa.

En su magistral libro “Como de la familia”, Paolo Giordano va iluminando un proceso de elaboración del duelo en una familia compuesta por la pareja, su único hijo y la persona que ayuda en su cuidado, descrita como la Sra. A. Los profundos vínculos de afecto y lo doloroso de las pérdidas, están descritos con gran sutileza, llena de poesía. Para el niño, esas tres personas constituyen su mundo.

En un acto del colegio en que va disfrazado de espantapájaros, su niñera que está enferma, se siente mal y no llega hasta el final. La descripción del impacto de su ausencia en el niño es la siguiente: “Emanuele se ha exhibido sobre todo para la Sra. A y para nosotros, pero su felicidad no equivale a dos tercios del final esperado, porque la ausencia de su niñera pesa más que nuestra presencia. Nos alejamos a toda prisa de las despedidas y volvemos a la casa andando, solos los tres: dos padres y un espantapájaros afligido que no nos suelta la mano hasta llegar al portal, como para decirnos que lo ha entendido, que la gente se distancia, que la gente se va sin más, para siempre, pero a nosotros no nos lo permitirá, por lo menos mientras nos tenga tan bien agarrados”

A veces, los adultos minimizan lo que significa para los niños la presencia de sus padres y se dejan estar, sin participar ni acompañarlos en los momentos que son cruciales para ellos. La tendencia a minimizar la repercusión que esto tiene para los hijos conlleva el riesgo de que se sientan poco queridos.

Especialmente cuando niños, contar con la presencia amorosa de quienes los cuidan, les da seguridad y los hace sentirse valorados, fortaleciendo los vínculos padres-hijos. Las ausencias dejan cicatrices que permanecen hasta que somos adultos. Un padre contaba: “En lo posible, nunca dejo de acompañar a mis hijos en sus eventos significativos. Mi padre nunca fue porque los consideraba aburridos, pero a mí me dolía mucho. No fue ni siquiera a mi primera comunión”.

La ausencia de las personas queridas en los momentos significativos, cuando es involuntaria causa mucha tristeza, pero cuando no existe una buena razón para no estar sucede algo más difícil de elaborar porque se vive como desamor.

Ser padres es acompañar a los hijos y estar disponible para ellos, porque de esa forma saben que cuentan con su presencia amorosa

 

Por Neva Milicic Psicóloga
Escuela para padres
El Mercurio

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