“Ser el mejor ejemplo en la educación de tus hijos”

Educar es el mayor reto que puede llevar a cabo el ser humano. Consiste en criar personas maduras, responsables y emocionalmente sanas. Valientes.
A menudo, muchos padres y madres suelen quejarse de la rebeldía de sus hijos, de su personalidad indomable o hasta demasiado introvertida.
Hemos de tener en cuenta que los niños no deben ser copias exactas de nosotros mismos. Debes permitir que sean diferentes, que tengan voz propia y que tengan voluntad.

Ahora bien, si de verdad deseas ofrecerles la mejor educación, sé tú siempre el mejor ejemplo.

Los niños necesitan adecuados modelos educativos
Hay una cosa que todos sabemos de antemano. En ocasiones, tenemos varios hijos y cada uno de ellos tiene una personalidad, un modo de comportarse y de reaccionar a determinadas cosas.
Es algo habitual y que debemos aceptar. Ahora bien, dejando a un lado la variabilidad de carácter y esos aspectos que en ocasiones determina la genética, el peso de una auténtica educación lo va a determinar aquello que vean en casa.
Los niños no se limitan a imitar. Es un proceso más complejo y que tiene en cuenta los siguientes aspectos.

Tú eres su primer contacto social y emocional

• Nuestros hijos procesan todo estímulo que reciben del exterior, sea positivo o negativo.
• Desde el primer momento en que vienen al mundo, cada caricia, cada palabra y cada sensación va a traducirse en una expansión neuronal.
• A más estímulos positivos, mejor madurez. Si los bebés crecen en un contexto donde no se establece un vínculo adecuado con ellos, o donde sus lloros no son atendidos, su cerebro sufrirá un estrés emocional que repercutirá en su correcto desarrollo.
• Durante los primeros meses de vida, los niños solo necesitarán afectos, cuidados básicos, rutinas y el importante hecho de “sentirse seguros”.
• ¿En qué momento vamos a ser sus ejemplos, es decir, esos focos de atención donde fijarse? Más o menos cuando empiezan a adquirir las competencias de lenguaje y comunicación.
• Hemos de tener en cuenta que nosotros somos ese primer acercamiento a la sociedad. Somos, por así decirlo, una “micro sociedad” con la que tienen contacto, ahí donde hay reglas, un estilo determinado de comunicación y una serie de costumbres.
Los niños observan, procesan e interiorizan
Los niños no se limitan a copiar. Pueden, por ejemplo, imitar tus movimientos para aprender a atarse sus zapatos.
Ahora bien, si ese sencillo proceso se lo enseñamos con gritos y reproches llamándolo “torpe” o con verbalizaciones como “eres el niño más incapaz del mundo”, ellos procesan esa experiencia con un sentimiento de ansiedad y temor.
Y lo que interiorizan es que “la enseñanza en casa se produce con severidad”. Si este tipo de comportamientos son hechos habituales, le estaremos dando un ejemplo destructivo, carente de pedagogía y ello supondrá una falta de respeto hacia nuestros hijos, e incluso hacia nosotros mismos.
Educar es ofrecer lo mejor de nosotros mismos. Es obligarnos a ser mejores para dar al mundo niños felices, y adultos maduros y capaces emocionalmente

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