Cómo preguntar a los niños

“Cuando ellos se sienten muy acosados tienden a reaccionar con una actitud defensiva, que se manifiesta contestando con monosílabos o con respuestas evasivas”.

Los buenos padres tienen una gran conexión emocional con sus hijos y es comprensible y legítimo que se interesen y quieran saber qué hacen, qué piensan y qué sienten. Este interés de padres o abuelos por las cosas de los niños muchas veces se expresa a través de preguntas. Sin embargo, no es infrecuente que éstas sean sentidas por los niños como muy intrusivas o excesivas. Cuando ellos se sienten muy acosados tienden a reaccionar con una actitud defensiva, que se manifiesta contestando con monosílabos o con respuestas evasivas.

Estas actitudes defensivas bloquean la comunicación padres-hijos y resulta difícil, por no decir imposible, derribar la barrera a través de un interrogatorio. Como respuesta a la pregunta “¿Cómo te fue hoy?” se recibe un lacónico y poco descriptivo “Bien”. Y si el adulto decide continuar preguntando “¿Qué hiciste?”, recibirá por respuesta un “nada” en un tono poco amigable, que obviamente tiene como objetivo desalentar el diálogo. Las preguntas, especialmente con ‘por qué’, son muchas veces percibidas como altamente inculpatorias, y ante ellas los niños levantan una muralla que puede resultar impenetrable. Los ‘por qué’ muchas veces se usan para señalar que no se debió hacer algo, por ejemplo: ¿Por qué le pegaste a tu hermanito? o ¿Por qué te sacaste tan mala nota? Así el ‘por qué’ queda mal asociado, cuando es tan importante para la comprensión de la causalidad.

Cabe entonces preguntarse si son las preguntas la mejor forma de iniciar la comunicación. Quizás sea más amistoso partir con una expresión de sentimientos, como “No sabes cuánto te eché de menos hoy”, o “Cuéntame qué te gustaría hacer hoy en la tarde”.

Ante un planteamiento de este tipo, Bautista respondió con tono enojado: “Me gustaría hacer muchas cosas mamá, pero con el montón de tareas que me dieron, no podré jugar a nada de lo que me gusta”. A partir de esta respuesta la madre pudo saber que Bautista se sentía sobrepasado por el colegio y por la cantidad de tareas que tenía. Ella fue capaz, a través de una respuesta empática, de reflejarle a su hijo los sentimientos que estaba experimentando. Así fue como pudieron iniciar una comunicación más fluida, en la que el hijo se sintió contenido y percibió el genuino interés de la mamá por ayudarlo con sus dificultades escolares.

 

Neva Milicic

El mercurio.

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