Desnutrición Emocional

fotonoticia_20150811132524_1280“La proporción debiera ser inversa, de más reconocimiento que crítica. Hay que creer en el poder del amor más que en la fuerza de la crítica. Educar es enseñar y no corregir. Poner límites, pero desde el control sin destrucción…”

Los padres tienen conciencia de que es importante alimentar bien a los niños para que tengan una buena salud, y saben que la calidad de lo que comen es decisiva en su estado nutricional y condición física. Pero, al mismo tiempo, no tienen suficiente conciencia de lo importante que son para los niños las palabras y gestos amorosos, junto a las oportunidades educativas que ayudan en su crecimiento emocional.

La calidad de los vínculos da cuenta del bienestar emocional familiar. Una familia puede estar muy preocupada y querer mucho a sus hijos, pero debe aprender a expresarlo emocionalmente. Si en los niños falta la seguridad en el afecto de sus padres y la sensación de que están contentos y orgullosos de ellos, seguramente sufrirán carencias emocionales, que a la larga pasarán la cuenta.

Rafael, un adolescente de trece años, que como buen adolescente está bastante rebelde, crítico e inestable, se queja de sus padres diciendo: “No me encuentran nada bien, me critican el día completo, repiten varias veces al día lo que hago mal. Tengo la sensación de que no me encuentran nada bueno, que no me quieren. Es tanto lo que repiten lo malo que soy y mis defectos, que pienso que voy a terminar siendo un delincuente. Mientras más me lo repiten, menos ganas me dan de cambiar. Con mi hermana hemos conversado que ya no nos gusta estar con nuestros padres, porque viven para criticarnos”.

Estas reflexiones las he escuchado en muchos adolescentes cuyos padres, legítimamente preocupados por los errores y riesgos de sus hijos, caen en una escalada negativa de críticas inconducentes. De pronto, parece que los padres padecen de una especie de dislexia emocional, expresando sus enojos con mucha frecuencia y con gran intensidad, realizando gestos de reconocimiento y validación con poca frecuencia, poca fuerza y que son anulados por la crítica posterior.

La proporción debiera ser inversa, de más reconocimiento que crítica. Hay que creer en el poder del amor más que en la fuerza de la crítica. Es necesario centrarse en lo positivo que tienen los niños, fortalecer sus competencias y mejorar significativamente la relación. Haga que las críticas sean pocas y realizadas en privado, centrándose más en lo que necesitan aprender, que en lo que han hecho mal. Hay que cuidar el lenguaje o las acciones al poner los límites, para que no lesionen la imagen personal en formación del niño, o signifiquen que los vínculos padres-hijos resulten severamente dañados. El mayor factor protector para la salud mental de los niños es la calidad de los vínculos con los padres. Ellos necesitan sentir el amor incondicional de los padres

 

Por Neva Milicic Psicóloga
Escuela para padres
El Mercurio

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