Los miedos en los niños

82090258_wide“Los niños necesitan que los adultos les den un espacio para hablar de sus temores y sentir que son validados y contenidos por ellos. Muchas veces silencian sus miedos por temor a ser descalificados, o a que los consideren cobardes…”

Tener miedo es normal y además es un factor protector para los riesgos ambientales. En los niños, conocer los riesgos ayuda a enfrentarlos, y a veces, hasta eliminarlos. Es tan simple como preguntarles: ¿A qué le tienes miedo? Ante esta pregunta, Magdalena, de seis años, confesó tener miedo en la noche a un móvil de unos payasos que estaba sobre su cama. De día a ella le gustaba mucho el móvil, pero al acostarse le daba terror. Bastó saber eso para cambiarlo de lugar y hacer desaparecer el miedo. Pero lo más importante fue que ella pudo expresar su emoción y hubo un espacio para hablar sobre lo que la asustaba. Hablar y expresarse siempre ayuda para superar temores y problemas.

Los miedos más comunes en la infancia son quedarse solos, lo cual se manifiesta como ansiedad de separación, y el temor a la oscuridad, con la amenaza de que aparezcan monstruos, ladrones o personajes con potencial de hacer daño. En Chile, por ser un país sísmico y con catástrofes naturales permanentes, es frecuente que los niños tengan miedo a los temblores, terremotos y aluviones, especialmente en las zonas afectadas por estos fenómenos. Con frecuencia la exposición a imágenes terroríficas en la televisión o en los tablets, gatilla miedos o aumenta los temores, no solo en los niños, sino también en los adultos.

Los niños necesitan que los adultos les den un espacio para hablar de sus temores y sentir que son validados y contenidos por ellos. Muchas veces silencian sus miedos por temor a ser descalificados, o a que los consideren cobardes. Al contrario, el poder expresar los miedos o temores es una muestra de valentía. Al sentir que sus padres acogen, validan y empatizan con ellos, disminuye su ansiedad porque se sienten acogidos. Encerrarse en su mundo intrapsíquico, sin interactuar con los adultos, exacerba una tendencia a hacer cuadros ansiosos, al encerrarse en sí mismos y en sus fantasías.

Tener un adulto a quien recurrir cuando se está asustado mitiga el miedo de los niños porque disminuye la sensación de desprotección y de falta de recursos emocionales, los cuales habitualmente acompañan la sensación de tener miedo.

Si el adulto utiliza algunas estrategias para ayudarles a expresar sus miedos, estos empiezan a tornarse un poco más manejables, por ejemplo, al dibujarlos o modelarlos en plasticina, o al escribir acerca de ellos.  La lectura es un espacio privilegiado para compartir los miedos, en la medida en que por una parte normaliza la idea de que muchos niños y adultos tienen miedo, lo cual es normal y no significa ser cobarde. Tener la valentía de hablar de lo que asusta ayuda a recuperar la sensación de bienestar emocional. Además, la lectura presta un lenguaje que hace más fácil contar lo que les sucede y encontrar estrategias para superar los miedos.

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