Un nuevo año académico
El inicio del año escolar es para todos, padres, profesores y estudiantes, un momento para reflexionar y lograr una convivencia armónica con el Colegio. El objetivo es trabajar en forma conjunta en una atmósfera de buen trato y respeto, donde cada cual ponga lo mejor de sí para favorecer el crecimiento emocional, social y el aprendizaje académico. Los niños y niñas también parten llenos de expectativas de rendir y de “portarse bien”; desafortunadamente, a veces los adultos suelen transmitir una actitud desesperanzada que sólo desanimará a los niños/as. No caiga en la tentación de “leerles la cartilla” recordándoles todas las áreas de conflicto, diciéndoles, por ejemplo: “Espero que este año seas capaz de levantarte en las mañanas sin que tenga que andar a los gritos como el año pasado”, “también espero que cuides más tus útiles y no tenga que comprar nuevamente dos loncheras y cinco estuches”. Estas advertencias o críticas, que pueden ser muy verdaderas, paradójicamente tienen un efecto negativo, ya que recordar al niño/a las situaciones problemáticas, bajará su motivación por el Colegio, y además pueden operar como profecía autocumplida. También marca la relación con el signo de la desconfianza. Para poder despegar y cambiar es necesario dejar atrás las emociones negativas y conectarse con energías que impulsen a cambiar. Es mejor preguntarle a su hijo/a cómo quiere ser y cómo lo quiere lograr. La partida debe ser como un cuaderno nuevo en que se escribirá haciendo borrón y cuenta nueva de aquello que obstaculizó el rendimiento o la relación. Por supuesto que es necesario rayar la cancha, pero en buena, es decir, en un estado de ánimo positivo, planteando ideas a sus hijos/as que los hagan pensar más que dar órdenes. Por ejemplo: “Qué puede aportar cada uno para que éste sea un buen año?”. Dejar la pregunta planteada y fijar una fecha para que dos días después cada cual traiga sus propuestas. Lo valioso aquí es el proceso de reflexión y el compromiso personal de autodisciplina reemplacen las actitudes inculpatorias. Tanto los padres como los hijos/as deben asumir un pacto de cooperación para que este viaje que comienza se transforme en una experiencia que, a pesar de lo cansadora, pueda ser vivida como enriquecedora, y en la cual los niños/as se sientan acompañados y comprendidos más que vigilados por sus padres. En la medida de lo posible, hay que validar las proposiciones de los hijos/as confiando en que ellos/as podrán lograr conseguir lo que se han propuesto. No hay recurso educativo que pueda remplazar la confianza que los hijos/as sienten que sus padres depositan en ellos/as